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Villafranca de los Barros, Extremadura

viernes, 22 de abril de 2011

CARTA AL INTERNAUTA DESCONOCIDO

Ten misericordia de nosotros pecadores.
Quiero que sepas, mi desconocido amigo, que nunca te olvidaré. Tu abnegación es digna de elogio y reconozco que la misión que tienes encomenda debe ser difícil de llevar . Por los  poderes del "NIC" te has convertido en el vigilante de la red, el confesor de nuestros pecados, el guardián de nuestros secretos, el educador de conciencias, el pastor del descarriado, el guía de los que no ven, el hombro sobre el que llorar. Te sientes poderoso tras el misterio de tu nombre, y sin que nadie te lo pida, quieres ser nuestra nany, nuestro hermano mayor, nuestro tutor, nuestro maestro, nuestro guía espiritual, nuestro padre e incluso nuestra madre. Agazapado entre las sombras de tu falsa identidad quieres dar lecciones de honradez, de sinceridad, de rectitud, de sabiduría, de moralidad, de incorruptabilidad, de ética. Tal es tu obsesión por perseguir al pecador que no te das cuenta que eres tú el que más peca de cinismo, de hipocresía, de desvergüenza, de desfachatez, de santurronería, de descaro, de desfachatez.


Si estuviéramos ahí fuera serías como aquél que va a pedir azúcar al vecino y, aprovechando un descuido de éste, abres ese cajón del taquillón en busca de algún sucio secreto con el que reafirmarte en tus sospechas hacia él. Has encontrado un cobijo aquí desde el que puedes abrir ese cajón en el que crees se encuentran nuestros secretos para así poder despacharte a gusto, como esa "maruja" a la puerta del mercado o como ese "machote" recostado sobre una barra  con un copa de vino de más, pero en vez de hacerlo en la calle o en el bar has creado mundos paralelos que compartes con otros como tú donde os retroalimentáis con vuestras propias mentiras para juzgar y crucificar a todo aquél que no comulgue con vosotros. Se te llena la boca de palabras como libertad o derechos y no te das cuenta que coartais la libertad y el derecho de otros sólo por pensar de forma distinta.


¿Sabes qué es lo que más me duele amigo mío? Que cuando salgo de casa seguramente me cruzaré contigo y me saludarás, me hablarás e incluso beberás y te reirás conmigo; sin embargo todo ello no es más que una falsedad por tu parte, pues en tu interior sólo piensas en mí como un enemigo al que, una vez te conectas, abatir desde la cobardía de tu anonimato.

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