El Parlament de Cataluña prohíbe la celebración de corridas de toros a partir del 2012.
Esta frase suena como el principio del fin de una era. Sin embargo esto no es cierto del todo, ya que el primer paso se dió hace 18 años en unas islas llamadas Canarias. Un hecho que, a menos que yo recuerde, pasó sin pena ni gloria y no pareció levantar tanto revuelo como el que nos acontece en estos días.
En Cataluña es de todos conocidos la escasa afición que hay a los toros. No hay más que ver que la única plaza que queda es la Monumental y por todos es sabido que es muy escasa la afluencia de público, excepto cuando torea José Tomás del que no sé si la gente acude por afición o por morbo. El caso es que ,si no hubiera sido esta Ley, el paso del tiempo hubiese acabado con esta Fiesta en Cataluña, o más bien, con lo que quedaba: Barcelona.
Comprendo que habrá gente que esto no lo entenderá, y menos aún cuando el asunto se convierte en punta de lanza de los enfrentamientos autómicos y politizan el tema alejándolo de toda racionalidad. Algunos ya empiezan a publicar listas de productos catalanes con el fin de promover el boicot y otros ven en esto un paso más en la segregación de Cataluña del estado español. Creo que todos tienen perdido el horizonte de la realidad y tienden a arrastrar y a confundir a cualquiera que quiera escucharles.
España seguirá siendo España, con corridas de toros o sin ellas, y llegará algún día en que esta tradición irá desapareciendo pues, a mi entender, no creo que la afición a esta Fiesta vaya en aumento. Y seguramente que algún día a los toros les ocurrirá lo mismo que a la cabra que tiraban del campanario, que les darán el indulto, y seguiremos disfrutando de ellos en la multitud de festejos populares en donde la figura es el toro y no se le da fin a su vida.
Que no decaiga el ánimo y que siga la fiesta
